Al día siguiente, y después de haber estado pensando en la vaquita, volví a la nave, me metí otra vez por el mismo hueco y me acerqué a ella.
Estaba en la misma postura, era como si no se hubiera movido.
Llevaba conmigo una bote con un poco de leche, y como parecía algo sedienta le dí un poco. Sacó la lengua y comenzó a chupar y a beberla.
Aunque no me dijo nada, ni parecía que tuviera fuerzas para hacerlo, con la mirada creí entender que me lo estaba agradeciendo.
La acaricié un poco la cara y me dí media vuelta.
Antes de salir me giré y vi que aún me estaba mirando. Era una mirada triste, de soledad y de pesar. Alrededor de ella varias tubos parecían salir de su cuerpo, era como si le estuvieran extrayendo la vida.
lunes, 29 de diciembre de 2008
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