lunes, 1 de diciembre de 2008

En la protectora

Durante los siguientes días me sacaban de la jaula y me llevaban a una habitación, donde estaba yo solo con una persona con bata blanca, la cual ya me producía bastante respeto, y allí me clavaban agujas, me tocaban por todo el cuerpo, y después me volvían a llevar a la jaula. Se puede decir que allí no estaba mal del todo, me daban de comer, no pasaba frío y estaba, en cierta manera, acompañado por el resto de los gatos que estaban en la misma habitación que yo, aunque algunos ya estaban fuera de la jaula.

Tampoco me aburría, cuando no estaba cansado o dormido, me quedaba mirando a través de la jaula y miraba lo que hacían los demás gatos. Alguno de ellos aun era muy jovenes y no paraban quietos, otros tenían alguna herida en el cuerpo o en la cara. Poco a poco me fui fijando y comprobé que casi todos tenían alguna herida o enfermedad. Otros gatos estaban en alguna de las jaulas que estaban dispersas por toda la habitación, pero estos casi no se movían, estaban casi todo el día dormidos. Parecía que lo suyo era algo más grave. Además, y a pesar de que no puedo asegurarlo ya que no he convivido mucho con ellos, junto a los gatos había perros pequeños que debían también tener alguna herida.Entre ellos se llevaban muy bien, jugaban, corrían, se mordían de broma y dormían juntos para darse calor. Otro suceso que contradice la cultura popular de los humanos.

Poco a poco me fui encontrando mejor y con más fuerzas, y ya tenía muchas ganas de moverme, de correr y de saltar. Las pruebas físicas fueron disminuyendo. Al cabo de unos días me sacaron de la jaula y yo pensaba que me volverían a llevar a la otra habitación, pero estaba equivocado. Me llevaron a una caseta de madera que estaba situada en el exterior, a unos cuantos metros del anterior lugar. En ese mismo momento comprobé que yo no era dueño de mi vida ni de mi destino, dependía de la voluntad de los demás. Allí me depositaron otra vez en una jaula.

Pero mientras estaba ubicándome en el nuevo lugar de repente me encontré que decenas de gatos me estaban oliendo e inspeccionando desde el exterior. Me asusté un poco, pero vi que tampoco tenían malas intenciones. Allí estuve poco tiempo, tal vez un día y medio. De alli me sacaron y me dejaron suelto junto al resto de los gatos Y allí me quedé, libre tras varias semanas. Las primeras horas fueron un poco agobiantes, sentí algo de miedo:

Por primera vez me encontraba junto con grupo grande de gatos desconocidos que me rodeaban y me olían.Yo no sabía muy bien qué hacer, aunque no normal era que después de inspeccionarme se daban media vuelta y se alejaban, pero de vez en cuando, alguno de ellos me levantó la pata y me daba un golpe en la cabeza. Aunque sin hacerme mucho dañio ya me indicaba que me acercara mucho a él.

Al rato, me encontré un poco más a gusto, aunque con el miedo normal de estar en un sitio desconocido entre decenas de gatos a los que no conocía de nada.Estos gatos parecían estar un poco mejor que los que estaban en la otra habitación. Pero poco a poco fueron llegando otros gatos que me había encontrado allí. Allí también nos daban de comer dos veces al día. Por la mañana y por la tarde varias personas se dedicaban a alimentarnos y a limpiarnos, las jaulas, el suelo y los sillones y cojines que teníamos, o mejor dicho, que tenían los demás gatos, ya que yo nunca llegué a disponer de uno de esos lujos. Cada uno, y supongo que por jerarquía, por costumbre o por fuerza bruta, disponía de su lugar en los sillones y en los cojines. Alguna vez intenté colocarme en alguno de estos sitios cuando estaba libre, sin su dueño, pero a los pocos segundos, cuando empezaba a disfrutarlo, el dueño aparecía de la nada y bastante furioso se lanzaba contra mí. Se volvía a quedar allí demostrando que ese sitio era solo para él.

Pero aparte de estas pequeñas batallas no estaba mal aquel sitio, podíamos tomar el sol, cobijarnos en la caseta cuando hacía frio o llovía, había árboles para treparlos, una red que hacía de techo de un pequeño terreno que hacía de huerto y otras diversiones que hacían que el día no se hiciera aburrido.

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