Parecía que en este sitio iba a poder comer. En cuanto salía la mujer por la puerta me acercaba a ella y maullaba con las pocas fuerzas que tenía. Incluso, en los momentos más desesperados, me tuve que lanzar y me arrimaba a sus piernas para acariciarla, justo antes de que me diera de comer. Poco a poco fui cogiendo confianza con esta mujer y me dejaba acariciar por ella. Fue con la única con la que tenía contacto físico. Las demás personas me miraban, me intentaban tocar y me decían alguna cosa que yo no lograba entender. Pero en cuanto se acercaban huía corriendo y me escondía en uno de los multiples sitios que había encontrado para esa función.
Fueron pasando los días y me fui encontrando algo mejor, dentro de lo que un gato casero puede estarlo. Sentimiento que echa por los suelos la teoría popular de que los gatos se acostumbran sin problemas a la vida en la calle.
De todas maneras, a pesar de la comida y el poco de cariño que recibía, no era lo mismo que estar en un casa con seres que te quieren. Lo echaba de menos.
Y más cuando cerraban las puertas y la gente desaparecía. Uno no se da cuenta de lo solo que está hasta que escucha como se cierra una puerta y después solo hay que silencio y oscuridad.
Pero un día volvió a cambiar mi vida, y creo que esta vez fue para mejorar.
Una noche, estando rodeada de esta gente que solo quería tocarme, apareció una chico que me miró y me tocó de una forma diferente. En cuanto me vió desapareció y volvió en un minuto con una lata de comida en la mano. Caminó unos pasos y yo dubitativo le seguí, pero sin acercarme demasiado. Depositó el contenido de la lata en un trozo de pepel de aluminio y se alejó. Me acerqué a la comida y me la acabé en unos segundos. A pesar de toda la comida que me daban no acababa de coger el peso que había perdido. Tal vez no comido tanto como mis necesidades demandaban, por los nervios o por otras miles de causas que no acabo de conocer.
Días después volvió este chico y me volvió a poner comida. Pero en cuanto me lo acabé me cogíó, era la primera vez que me cogían de esa manera desde que me habian abandonado, ahora creo que puedo asegurar que eso es lo que fui, y me colocó cuidadosamente dentro de una caja muy parecida a la que mi antigua familia tenía para cuando nos ibamos de viaje en el coche.
No me asusté, supongo que ya llevaba tanto tiempo asustado que no noté la diferencia. Cerró la puertecilla y empezamos a caminar, o más correctamente él empezó a caminar mientras que yo me acomodaba a mi nuevo transporte.
Al cabo de unos minutos estaba dejando la caja, y yo con ella, en el suelo. Abrió la puerta y a mi me costó salir. Estaba a cobijo en una habitación. Estabamos él y yo solos. Me quedé quieto mientras que me dejaban comida en un plato delante de la puerta. Sospeché que no estuviera tramando alguna cosa, pero cuando el miedo y el hambre se junta la desesperación se apodera de tí y te hace reaccionar de forma instintiva. Salí y me comi todo lo que me había dejado.
Después de comer me tumbé por primera vez en una mantita que me habían preparado para que pasara la noche. Estaba a cubierto y con gente que me daba de comer y mucho cariño. Qué más se puede pedir?
Al día siguiente, a primera hora de la mañana, nos volvimos a trasladar. Me colocó por segunda vez en la caja y nos fuimos. Aquellos pasos me eran muy familiares y más cuando me puso en el asiento trasero de un coche. Parecía que el viaje iba a ser un poco más largo que el del día anterior.
Llegamos a un lugar rodeado de plantas y árboles. Me bajó del coche y entramos por una puerta, y de repente escuché la banda sonora de mis próximos días, aunque en ese momento no lo sabía. Eran ladridos de perros. Yo iba en caja muy asustado mientras decenas de perros me miraban y me ladraban. Llegamos a una habitación donde cesaron un poco los ladridos. Había un poco más de tranquilidad. Había otra persona vestida con bata blanca. Me pusieron encima de una mesa y abrieron la puerta. Me tuvieron que volver a coger para que saliera. Miré a mi alrededor. Vi grandes jaulas con gatos dentro y muchos gatos como yo en el suelo intentando saber quién había llegado. Me metieron en una jaula solo y me dieron de comer. Después pude estar más tranquilo tras el viaje y poco a poco me fui quedado dormido
lunes, 1 de diciembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario