lunes, 2 de marzo de 2009

VIVISECCIÓN

¿QUÉ ES LA VIVISECCIÓN?

Vivisección significa, literalmente, "cortar" animales vivos, pero se ha convertido en un término que designa de manera general todos los experimentos con animales (en vivo), como los tests de toxicidad (veneno), que no suponen un procedimiento quirúrgico. Hoy en dí­a existen técnicas alternativas de investigación sin animales como cultivos celulares, modelos de ordenador o sistemas artificiales.

¿CUÁNTOS ANIMALES SE USAN?

Se estima que cada año unos 100 millones de animales se ven sometidos a experimentos de laboratorio en todo el mundo (10 ó 11 millones en USA). Sin embargo, como muchos paí­ses dan las estadí­sticas incompletas, es imposible determinar el número exacto. También se excluyen de las estadí­sticas los animales criados expresamente para experimentación que se matan cuando hay "exceso de producto". Si se añadieran, las cifras reales de animales muertos en nombre de la investigación serí­a de muchos más millones.
Ha habido un gran incremento en el número de animales (sobre todo roedores) utilizados para experimentos de ingenierí­a genética, y parece que en el futuro seguirá en aumento. Gran Bretaña es el mayor experimentador de Europa (según las estadí­sticas de la BUAV).

¿QUÉ ESPECIES SE UTILIZAN?

En todo el mundo se usa para vivisección una amplia gama de especies. Las ratas y ratones se llevan la mayor proporción de los experimentos de laboratorio, sobre todo porque son fáciles de manejar y baratos de mantener por su pequeño tamaño. Ocupan menos sitio en un laboratorio que otros animales más grandes, y además tienen de 50 a 100 crí­as al año.
Los conejos albinos se utilizan sobre todo para pruebas de ojos y de piel por su fácil manejo y su capacidad limitada de expulsar sustancias de los ojos durante los experimentos. Las cobayas también se utilizan para pruebas de piel y de grupo, por ejemplo de vacunas.
Los perros y los primates se utilizan mucho en experimentos de toxicidad, investigaciones del cerebro, odontologí­a y prácticas de cirugí­a. La raza más habitual en perros es el Beagle, elegido sobre todo porque tiene muy buen carácter y es de un tamaño manejable para las pruebas. Los primates como babuinos, macacos, tití­s y chimpancés se siguen utilizando a miles. Otros son los gatos, aves, peces, cerdos, caballos, ovejas y hamsters, aunque hay otros muchos.

¿QUÉ EXPERIMENTOS SE HACEN?

Los animales se usan en muchos tipos de experimento, pero todos ellos causan dolor y sufrimiento. Los animales implicados mueren como resultado del experimento o bien los matan deliberadamente, a menudo para exámenes post-mortem.
En un laboratorio, un animal puede ser envenenado; privado de comida, agua o sueño; recibir productos irritantes para los ojos o la piel; lo pueden dejar paralí­tico; mutilarlo quirúrgicamente; aplicarle radiaciones; quemarlo; gasearlo; darle alimentación de manera forzada y electrocutarlo. Los investigadores de todo el mundo utilizan animales para comprobar o crear de casi todo para el consumo del hogar, la cosmética, los aditivos alimentarios y farmacéuticos, la industria quí­mica y agroquí­mica, alimentación de mascotas, instrumental médico y productos de alcochol y tabaco.
Los experimentos de la ingenierí­a genética someten a los animales a ilimitadas formas de deformidad fí­sica, así­ como a más sutiles técnicas de sufrimiento. Los experimentos militares van dirigidos a probar los efectos de gases venenosos, efectos de la descompresión, daños por armas explosivas, quemaduras y radiaciones, ya que los militares evaluan "sobre el terreno" las armas nuevas y existentes y las técnicas quirúrgicas. Se utilizan animales incluso para hacer experimentos "por curiosidad".
De hecho, casi todos los productos que los humanos usamos y consumimos a diario en todo el mundo han sido testados en animales en algún punto del proceso.

¿DE DÓNDE SALEN LOS ANIMALES?

Muchos centros de experimentación tienen sus propios criaderos para abastecerse, pero una gran proporción de animales de laboratorio son "criados expresamente" por compañí­as comerciales que se han especializado como proveedores de este tipo. La industria de la experimentación a menudo intenta defender sus métodos alegando que se trata de animales "criados expresamente", como si ello supusiera que son diferentes a otros animales. Los catálogos de los criadores hablan de los animales que venden como "productos", alardeando de las rápidas entregas y la agilidad de la gestión de pedidos, como si estos seres vivos, que respiran, fueran simple equipamiento de laboratorio. La verdad, por supuesto, es que un animal de laboratorio tiene exactamente la misma capacidad de sufrimiento fí­sico y psicológico que un animal de compañí­a.
Muchos primates utilizados en vivisección en todo el mundo, como los macacos y los babuinos, son capturados en su medio natural o criados en cautividad en condiciones espantosas en paises como Isla Mauricio, Barbados, Indonesia, Filipinas, Tanzania y China. Se transportan a través de cientos de miles de kilómetros para ser vendidos a laboratorios de Europa, Estados Unidos y el resto del mundo. Estos primates pueden llegar a soportar durante los larguí­simos viajes tales condiciones que no llegan vivos a su destino.

¿LOS EXPERIMENTOS SON CRUELES?

Sí­, el sufrimiento es inherente a la vivisección. En Gran Bretaña, los experimentos con animales debe autorizarlos el gobierno. La BUAV considera que es una crueldad someter a los animales de forma deliberada a daños fí­sicos y psicológicos en los laboratorios, y además resulta injustificable moralmente.
Los animales no sólo pueden sufrir daños permanentes, sino también padecer el dí­a a dí­a de una existencia en centros de crí­a en los que muchos de ellos ya nacieron. El creciente número de experimentos genéticos significa que ahora se los crí­a con deformidades o cáncer, antes ya de entrar en la rueda de los experimentos. El transporte, las condiciones artificiales e inadecuadas del laboratorio y el entoro les causan un estrés insoportable (sufren miedo, aburrimiento, depresión y alteraciones psicológicas, lo que da un total inmenso en el computo de su padecimiento).

¿TENEMOS DERECHO A USARLOS?

No tenemos derecho a usar a los animales sencillamente porque, aunque tenemos la capacidad de abusar de ellos, esto no significa tener un derecho adquirido para hacerlo. Los partidarios de la vivisección argumentan a menudo como justificación que el hombre es "superior" a otros animales. Como cualquier otra forma de prejuicio, el racismo por ejemplo, este argumento especista implica que, por el simple hecho de considerarnos superiores, tienen menos significancia o valor los derechos, el sufrimiento o la muerte de aquellos que vemos como inferiores (en este caso, el resto de seres vivos).
Como seres humanos tenemos la capacidad única de comprender que otros animales sufren de forma innecesaria a consecuencia de nuestras acciones, y podemos cambiar de conducta para evitar que eso ocurra. Como persona individual, está en tu mano elegir el tipo de sociedad que realmente deseas. ¿Quieres una sociedad verdaderamente solidaria que acepte su responsabilidad moral? ¿O quieres una sociedad autosuficiente en la que se considere aceptable la opresión sobre aquellos que no pueden hablar por sí­ mismos?

SI TUVIERAS QUE ELEGIR ENTRE SALVAR LA VIDA A TU HIJO O A UNA RATA ¿QUÉ ESCOGERÍAS?


Éste es el tipo de pregunta basada en un cliché archi-repetido que corresponde a una visión falsa de lo que hoy es la vivisección. Enfrentados a tan irreal dilema, la amplia mayorí­a de la gente elegirá salvar a su hijo, naturalmente. Los que plantean la pregunta esperan que una respuesta honesta ponga de manifiesto la debilidad de los argumentos anti-viviseccionsitas, como si se admitiera de forma definitiva que la gente es más importante que los animales. Y el cliché falla incluso en eso.
En primer lugar, no hay correlación entre el escenario irreal que plantea la pregunta y la realidad de la vivisección. La vivisección jamás nos pondrá en la disyuntiva de salvar a un ratón o a un niño. En cambio, lo que hace es infligir un sufrimiento deliberado y la muerte a miles, si no millones, de animales sin más razón que la mera esperanza de que ese tremendo sufrimiento colectivo lleve de algún modo al camino para entender una enfermedad concreta. Pero hasta esa premisa falla, porque se basa en considerar que la extrapolación de resultados entre especies completamente distintas en los biológico y en lo psicológico es un hecho fiable, creí­ble y de gran robustez como metodologí­a cientí­fica.
En segundo lugar, y si por un momento dejamos de lado nuestra incredulidad para imaginar que sí­, que estamos enfrentados a la elección del hijo o la rata, ¿qué prueba eso? Mucha gente dirá que elige salvar a su hijo antes que a la rata, y lo único que prueba eso es que la gente quiere a su hijo. Puestos en un escenario irreal similar, ¿qué haces si tienes que elegir entre la vida de tu hijo y la vida del hijo de otro? Una vez más, la gente honesta volverá a decantarse por el propio, y una vez más demuestra que lo quiere.
Pero lo que no habrás demostrado en ninguno de los dos escenarios es que porque quieres a tu hijo más que a la rata o al hijo de otro, estás de acuerdo en que la parte descartada por ti sea utilizada en experimentos de laboratorio.

¿NECESITAMOS EXPERIMENTAR CON ANIMALES PARA TENER MEDICINAS SEGURAS EN HUMANOS?


Los experimentos con animales nos dan información sobre animales, no sobre personas. Los resultados de estudios en animales nunca pueden garantizar ni la seguridad ni la eficacia de medicinas humanas u otros productos, por las diferencias fundamentales a nivel biológico, anatómico y bioquí­mico entre las especies. Distintas especies pueden dar respuestas contradictorias al mismo rango de sustancias, y de hecho una sustancia nunca es segura hasta que no se han hecho ensayos clí­nicos en humanos.
La aspirina, por ejemplo, se utiliza como analgésico relativamente seguro y efectivo en humanos, pero puede ser mortal para los gatos; la Penicilina es un antibiótico usadí­simo en humanos que mata a la cobayas; el arsénico es muy peligroso para los humanos pero mucho menos para ratas, ratones u ovejas; la insulina, que ayuda a la gente diabética, provoca terribles deformaciones en ratones, conejos y pollos.
El peligro de confiar en los estudios hechos en animales está muy bien ilustrado en la larga lista de medicinas que se han puesto a la venta y han provocado efectos secundarios inesperados en humanos. En abril de 2000 se publicó un estudio (Public Citizen) que poní­a sobre el tapete los 100.000 muertos anuales en Estados Unidos por reacciones adversas a una medicina. Y un informe de la Audit Commission 'A Spoonful of Sugar' publicado en 2002, revelaba que las muertes humanas atribuí­das a la misma causa habí­an crecido cinco veces en Gran Bretaña. De acuerdo con otro informe cientí­fico publicado en 2001, el número de muertos en Alemania también por las mismas reacciones es de 16.000 al año (Ref: P Schoenhoefer et al: DGPT-Forum 2001, 28, 15-19).
Todos queremos ver un avance real en el tratamiento del dolor y en la lucha contra las enfermedades humanas, pero creemos que estos avances dependen del uso de técnicas modernas de investigación biológicamente relevante que no involucren a los animales.
También es importante recordar que hay compañí­as que desarrollan y prueban medicinas sin recurrir a los animales. Por ejemplo la británica Pharmagene Laboratories sólo recurre a datos humanos, tejidos y ordenadores, y crea medicinas seguras.

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LOS ANIMALES NO SON COSAS