lunes, 29 de diciembre de 2008

Visita a mi amiga

Al día siguiente, y después de haber estado pensando en la vaquita, volví a la nave, me metí otra vez por el mismo hueco y me acerqué a ella.
Estaba en la misma postura, era como si no se hubiera movido.
Llevaba conmigo una bote con un poco de leche, y como parecía algo sedienta le dí un poco. Sacó la lengua y comenzó a chupar y a beberla.
Aunque no me dijo nada, ni parecía que tuviera fuerzas para hacerlo, con la mirada creí entender que me lo estaba agradeciendo.
La acaricié un poco la cara y me dí media vuelta.

Antes de salir me giré y vi que aún me estaba mirando. Era una mirada triste, de soledad y de pesar. Alrededor de ella varias tubos parecían salir de su cuerpo, era como si le estuvieran extrayendo la vida.

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viernes, 26 de diciembre de 2008

lunes, 22 de diciembre de 2008

Salida al campo


Otro día me decidí a salir a buscarme la comida yo mismo, con lo que empecé a moverme por aquella zona aun desconocida para mí.


Después de un rato llegué a una especie de granja, pero no una de esas en las que los animales pastan a sus anchas y que todo el mundo reconoce en la tele, en los anuncios, sino una en la que no había nada de verde ni árboles, todo era metálico y olía a frío.


Me metí por una de las puertas y me acerqué a una vaquita. Estaba tumbada, apenas se podía mover, parecía muy joven pero a la vez no se le veía con ganas de correr, de jugar...parecía que estaba esperando la muerte.


Le di unos golpecitos con la pata y me miró. En sus ojos solo vi la tristeza y el dolor.
No tenía ganas de vivir de aquella manera.

Quería ayudarla pero no pude.
Al salir vi como en un camión iban decenas de vacas amontonadas, se aplastaban las unas a las otras, sabiendo el final que les esperaba

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Tú puedes salvar muchas vidas

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El cervatillo

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Quinín

Quinín se ha salvado y vivirá una larga vidaEl cerdo más famoso de España, símbolo de los 42 millones de cerdos masacrados por la industria cárnica y destinado a morir por el cuchillo hasta hace poco, ha logrado salvarse gracias a la presión mediática y a un particular que le ha proporcionado un amplio terreno donde vivirá su ciclo natural de vida.Quinín saltó a la fama por su comportamiento particular, ganándose el apodo de "El cerdo que se comporta como un perro". Su comportamiento altamamente social y cercano con los humanos y otros animales sorprendió a quienes no están acostumbrados a tratar con estos animales.Carmen, la antigua cuidadora del animal, comenta:"Son animales muy inteligentes, lo que ocurre es que nunca habíamos conocido como son en realidad, al tenerlos encerrados en las pocilgas."Ante la pregunta sobre si han considerado rebajar o prescindir del consumo de carne dados sus nuevos conocimientos, Carmen responde:"Sí. De hecho estamos reduciendo mucho el consumo de carne. Mi hijo ha estado informándose por Internet y nos cuenta lo que hay detrás del consumo."Televisiones, radios y prensa escrita (especialmente La Voz de Galicia) se hicieron eco de la vida y del destino de este animal, viendo que despertaba la sensibilidad del público.AnimaNaturalis inició una campaña de presión mediática y popular para salvar al animal y convertirlo en símbolo de todos los animales de granja, entre ellos los cerdos, que son masacrados brutalmente cada año de forma innecesaria por la industria cárnica.Finalmente, debido a la presión, la información recibida, el cariño que le habían cogido al animal y la intervención de un particular anónimo, Quinín vivirá el resto de sus días en una finca del concello de Carral, devorando manzanas cada día, disfrutando de un amplio terreno y al cuidado de Pedro, vecino de la zona, encantado de adoptar al que considera un nuevo amigo.Su antigua familia se desprendió del animal con dos condiciones: que no se le matara, y que lo pudiera ver todo el mundo, por lo que los nuevos vecinos del animal podrán seguir visitándolo y aprendiendo de él, tal y como hacían los niños y algunos adultos de Dumbría.Desde AnimaNaturalis esperamos que la historia de Quinín contribuya a que se conozca mejor cómo es en realidad la vida de los cerdos y demás animales de granja, y les invitamos a considerar el cambio a una dieta libre de sufrimiento.
DESCUBRE LA VIDA DE LOS CERDOS; http://www.facebook.com/l.php?u=http://salvemosaquinin.org%2F
MÁS INFORMACIÓN SOBRE LOS ANIMALES DE GRANJA; http://www.facebook.com/l.php?u=http://www.animanaturalis.org%2Findex%2Fcomida

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sábado, 20 de diciembre de 2008

Mi dieta

Debido a que en la casa donde vivía apenas me daban cosas para comer (mi función allí era acabar con los ratones), me tuve que buscar la vida para poder comer.
Gracias a mis amigos los ratones, que siempre me traían restos de la comida que ellos encontraban, pude alimentarme.

Ellos se acercaban a una nave propiedad de una empresa dedicada a la distribución. Me hubiera gustado ir con ellos pero llamaba demasiado la atención a los guardas nocturnos.
Normalmente traían frutas, quesos, pan, galletas, leche y latas con legumbres, verduras y zumos... Creo que también se apoderaban de alguna caja con carne y pescado, aunque nunca me llegaron. Creo que era lo primero que se comían..., algo que después agradecería.

De todas maneras, gracias a ellos pude sobrevivir.

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jueves, 4 de diciembre de 2008

ayúdanos a defenderlos

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primeras imagenes


Como tenía tiempo libre empecé a alejarme de vez en cuando de la casa para explorar el territorio.

Cerca había unos edificios que parecían muy modernos. Junto a ellos había una nave industrial. Un día me colé por una de sus puertas.

Vi cosas realmente horribles.


Animales, como yo y como tú, utilizados impunemente para experimentar.

Igual que yo sufren dolor, miedo, estrés, impotencia, etc.



Como estos conejos que son atados para no se puedan mover y son utilizados (como luego leí en un libro) para realizar el test de Draize y comprobar la toxicidad de un elemento que será empleado como cosmetico.

Muchos de ellos no aguantan el dolor de los ojos y mueven la cabeza tan bruscamente que se rompen la espina dorsal, y mueren. Estos son los que tienen más suerte. Los demás sufren el dolor durante más tiempo.
Y todo aquello lo estaban realizando seres que dicen ser amigos de los animales, los humanos.
Me quedé muy sorprendido.Siempre había pensado que eran mis amigos y que estaban allí para ayudarnos. Pero empecé a darme cuenta de siempre no era así

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martes, 2 de diciembre de 2008

Vegetariano

La gente a veces se extrañaba cuando me veía comer ese tipo de dieta, pero yo no lo entendía. Estaba comiendo lo que me apetecía y no hacía mucho caso a rumores que escuchaba. 'Que gato más raro', o 'debe de tener algún problema, y a veces 'estará enfermo, el pobrecillo'.

Un día escuche que me llamaban 'gato vegetariano'. Y como no entendía a qué se referían, lo busqué en un libro que guardaban los ratones en su escondrijo y que iban mordisqueando poco a poco.

Y esto es lo que encontré:

El término VEGETARIANO fue acuñado en 1842 en Inglaterra. La palabra “vegetariano” no surgió de “vegetal”, a pesar de su común etimología:
“vegetal” viene del latín “vegetabilis”, que significa “que tiene el poder de crecer” y “vegetare”, que significa “crecer”.
por su parte, “vegetariano” deriva de la palabra latina “vegetus”, que significa “completo, fresco, lleno de vida”, tal como se utilizaba en el antiguo término latino “homo vegetus”, aplicado a una persona vigorosa física y mentalmente.
Con este término, los vegetarianos ingleses intentaban dar un tono filosófico al tipo de vida que querían llevar. No estaban simplemente promoviendo el uso de vegetales en la dieta.
Así, el significado de vegetariano no depende de lo que cada uno crea que signifique. Quienes acuñaron la palabra definieron a un vegetariano, entre otras cosas, por ser ”una persona que se abstiene de comer carne y pescado pudiendo (o no) comer huevos, miel y productos lácteos”.

En realidad al vegetariano que consume miel, huevos y lácteos se le debe llamar api-ovo-lácto-vegetariano, y quien no consume ningún producto animal sería vegetariano (a secas) o VEGANO. El término “vegano” (que en realidad es una abreviación de la palabra “vegetariano”) fue acuñado en Gran Bretaña en 1945, por la Vegan Society, para designar a aquellas personas que evitan utilizar productos de origen animal para alimentarse, vestirse o cualquier otro fin.

Creer que un vegetariano es el que sólo vive de verduras y frutas no sólo es incorrecto, sino que además es muy incompleto. Por desgracia, la mayoría de la gente comete este error (entre ellos muchos médicos y dietistas). Y como los vegetales son considerados casi siempre como acompañante de la comida principal, los occidentales suelen imaginarse a los vegetarianos como enclenques y desnutridos.


A todo esto, tampoco le encontré mucho sentido, lo único qué hacía era comer lo que podía, lo que me dejaban los ratones.

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Primeros mordiscos

Me empecé a dar cuenta de que aquella mujer no me quería, que tenía un interés detrás de mi adopción. No me daba de comer, solo me quería para cazar ratones, la casa estaba llena de ellos. Pero yo no quería, no sabía porqué pero me negué a hacerlo. Por esa razón fue, poco a poco, dandome menos comida, para que fuera yo el que me la buscase, pero no estaba acostumbrado a eso, y no sabía cómo tenía que hacerlo.

Supongo que habiendo sido un gato casero, estaba acostumbrado a comer lo que me ponían en la bandeja. No sé muy bien lo que era, pero me gustaba. Lo que no sabía ni quería era tener que hacer aquello que querían que hiciera. Atrapar otros animales. No acababa de entender qué tenía que hacer después de cogerlos. Yo solía correr detrás de pelotas o de otros juguetes, pero después no les hacía nada. Y mucho menos me los quería comer. Eras otros animales, iguales que yo.
La mujer a veces cogía una escoba y después de intentar cazarlos, inutilmente, ella misma me, intentaba pegar porque no los cazaba.
Los ratones, como no me veían como enemigo, se fueron acercando a mí y nos fuimos haciendo amigos.
Incluso me daban parte de la 'comida' que habían encontrado por la zona. Me daban trozos de manzana, de carne, alguna lata con restos de oliva y hasta lentejas. Ellos comían de todo así que poco a poco y, casi por necesidad, me fui adaptando a su dieta.

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lunes, 1 de diciembre de 2008

Problemas con la comida

Durante los siguientes días la cosa no mejoró, aunque tampoco empeoró. Seguía recibiendo restos de su comida y, de vez en cuando, la niña, casi a escondidas, me daba algo de pienso e, incluso, alguna lata. Para los que no son gatos, informarles que la lata está muy buena, tiene una textura muy suave y el gusto es agradable. En cambio el pienso, aunque bueno, no se puede comparar, es algo más duro, el saber es mucho más monótono, siempre sabe igual y, por lo tanto, es mucho más aburrido. Siempre oigo que contiene muchos más nutrientes que la lata y es mucho más saludable para los gatos, pero os puedo asegurar que a cualquier gato que le preguntes siempre escogerá la lata por delante del pienso.
De todas maneras, ya no tenía tanta hambre como los primeros días. Supongo que el cuerpo se fue acostumbrando a que la cantidad ingerida fuera menor a la de antes. Además, me empecé a mover por otras casas y siempre encontraba algo de pienso en las bandejas de mis vecinos, aunque me costara algún que otro rasguño de su dueño.

Por suerte la niña, cuando volvía por la tarde, me daba de comer y jugaba mucho conmigo. Aunque la mayoría de los días no tenía mucho tiempo para estar conmigo, a mí me gustaba mucho estar con ella, por las noches me solía poner en sus rodillas mientras ella me acariciaba. Después se iba a dormir a su habitación, yo la seguía y me tumbaba a los pies de la cama, y allí me quedaba dormido.
El resto del día me lo pasaba por los alrededores de la casa, me iba al terreno que había detrás y tomaba el sol, también visitaba al gato que tenía de vecino y, alguna vez, también se acercaban otros que vivían en otras casas y nos poníamos a perseguirnos, jugango los unos con los otros. Incluso jugábamos con el perro que tenía el vecino, era un perro muy grande y tranquilo. Tenía mucha paciencia con nosotros.
Después de comer me tumbaba al sol y me quedaba dormido hasta que el sol comenzaba a bajar.

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mi nueva vida

En seguida me di cuenta que no todo iba a ser tan bonito como yo me pensaba.
La madre era la encargada de darme de comer, yo estaba dispuesto a comerme cualquier cosa, pero estaba acostumbrado a que me dieran de comer lata.
Los primeros días me dieron lata para comer, pero poco a poco la fueron sustituyendo por pienso, al principio no me importó ya que era bastante bueno, pero a lo largo de los días, la calidad fue bajando hasta que me empezó a darme un poco de asco comérmelo, pero como no tenía otra opción me vi obligado.

Después de esto, el pienso se fue haciendo más escaso y me lo tenía que ir racionalizando para no quedarme sin él a la hora de comer y tener que pasar el resto del día y de la noche sin poder probar bocado, cosa que me sucedió durante unos días, ya se sabe, la ignorancia y la cotidianidad de los animales nos hacen seguir siempre las mismas pautas sin darnos cuentas que las circunstancias pueden cambiar en cualquier momento. Suerte tenemos que nos adaptamos en seguida a dichos cambios, aunque no lo parezca.

Pero no solo fue disminuyendo la cantidad de pienso, sino que un día desapareció del todo. Lo primero que hacía por la mañana era salir por la puerta al terreno de la parte posterior de la casa y acercarme a mi bandeja donde ya estaba colocado el pienso. Pero ese día no estaba allí. No me preocupé mucho, pero me puse a esperar junto a la bandeja a que llegara la madre a darme de comer. Supuse que antes de que se fueran me darían de comer pero no sucedió así. La madre y la hija se subieron al coche, como era habitual y desaparecieron. La madre solía tardar un rato en volver, no así la hija que no volvía hasta que el sol no empezaba a ponerse.
La mujer volvió y me puse en la puerta de entrada a esperar a que bajara del coche. Me la quedé mirando para ver si reaccionaba y me daba de comer, pero ni así. Comencé a maullar y en ese momento me miró y me dijo alguna cosa que no acabé de entender. Entró en la puerta y yo la seguí.

Me volví a colocar al lado de mi bandeja esperando, esta vez sí, que llegara la comida. De vez en cuando la mujer pasaba por allí pero nada de nada. Me miraba pero no decía nada.
Viendo el panorama me quedé tumbado en medio del terreno tomando el sol. De vez en cuando se me acercaba un gato que vivía al otro lado del muro y me olía. A veces jugabamos un rato a perseguirnos, aunque en seguida se cansaba.

Después de comer, y tras haberla perseguido un buen rato, me dejó en la bandeja un trozo de carne, aunque la verdad es que casi todo era hueso. Desesperado me lancé a chupar y a comer lo que pude. Apenas me alivió el hambre.
Por suerte, en cuanto la hija regreso, ya al atardecer, me puso pienso en la bandeja. Apenas me duró un minuto, lo devoré con ansiedad, incluso me sentó un poco mal, pero aun así, le maullé por si me daba más. Durante la cena me puso otro trozo pequeño de carne y más tarde otro poco más de pienso. Esta vez la madre le dijo alguna cosa que no le gustó. Y a mí tampoco.

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Mi nuevo hogar

Al final el coche se quedo quieto.
Bajaron las dos personas y abrieron la puerta de atrás. Me cogieron y me llevaron al interior de una casa. Habían varias casas alrededor, pero eran diferentes a todas las que había visto anteriormente. Eran más bajas, con puertas y ventanas más grandes y todo era muy tranquilo. En la calle apenas había gente paseando, pude distinguier varios perros y gatos tumbados al sol y mucha más claridad por todos los sitios.

Me colocaron encima de una mesa y abrieron la puerta de la caja. Salí temeroso, pero no por curiosidad, como se suele pensar. Nadie quiere verse atrapado en ese sitio esperando a que cualquier cosa horrible le pase. Al menos fuera tienes más sitio para esconderte y para huir.

Estabamos en una habitación muy grande, una mesa enorme de madera presidía el lugar, varias sillas, sillones e incluso una chimenea pude ver. La niña me acercó una lata y me la colocó en el suelo. Bajé de un salto, esto del instinto no es tan bueno como se puede llegar a pensar, y me puse a comer. Mientras comía, me acarició. Paré de comer y me la miré. No parecía tener malas intenciones pero nunca te puede confiar con alguien que mide diez veces más que tú.

En cuanto acabé de comer me puse a observar todo lo que había alrededor mío. De nuevo otro lugar y otras personas nuevas, no saben el estres que eso supone para un animal. Un futuro y una cotidianidad desconocida. Me gustaría que eso lo sufrieran las personas, aquellas que tienen casi toda su vida ya planificada.
La casa era enorme, comparada con mi primera casa y, sobre todo, con la jaual en la que estuve varias semanas. Había muchas cosas de madera, incluso troncos, varias habitaciones, dos pisos, un lugar donde se aparcaba el coche y muchos rincones donde se podía tomar el sol. Eso era lo mejor de todo. Después me abrieron un puerta diferente por la que habíamos entrado, daba a la parte contraria, y salimos a gran terreno. Era un huerto. También habían árboles. Aquello era fantástico, un montón de cosas a las que subir. Vi a lo lejos, algun gato que estaba tomando el sol.

Y así, poco a poco fui conociendo mi nuevo hogar, o eso al menos, pensaba yo. No parecía mal del todo.

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En la protectora

Casi todos los días venían personas a cuidarnos, a limpiarnos las jaulas, las casetas, las mantas y todas esas cosas que estaban por el suelo, en las sillas y mesas. Ya se sabe que los gatos somos muy delicados con el tema de la higiene. Ante todo limpieza y orden, bueno, orden según nuestra visión, que no siempre coincide con la de los humanos.

Pero también venía gente desconocida que se paseaban por nuestro terreno, nos miraban y hablaban con una de esas personas que estaban allí cada día. Casi todos acababan cogiendo a uno de nosotros y lo metían en un caja como aquélla con la que yo llegué a ese sitio y ya no volvía a verlo. Un día se llevaron a un gatito blanco al que le faltaba un ojo pero que era el gato más guapo que había visto nunca. Además era muy cariñoso, me hice muy amigo de él en el tiempo que estuve allí.
Espero que todos estén muy bien ahora.

Aunque también algunos de ellos volvían con mi compañero al cabo de un par de semanas y lo dejaban de nuevo con nosotros. Estos se ponían muy contentos cuando llegaban. Quiero pensar que los que no fueron devueltos están mucho mejor en su nuevo hogar, porque pasa nosotros aquel lugar era nuestro hogar, lo teníamos todo, amigos, refugio para los días fríos, podíamos tomar el sol, teníamos comida, cariño y además nos cuidaban si nos poníamos pachuchos.

Un día aparecieron dos personas, una era un mujer alta y la otra un poco más pequeña, debía ser una niña. Estuvieron hablando un rato con una de nuestras cuidadoras, nos miraban a cada unos de nosotros, nadie estaba seguro en ese momento, sabíamos que ese preciso instante nos podía cambiar la vida para siempre, y yo he de confesar que no quería irme de allí. Después de todo lo que había pasado no tenía ganas de trasladarme, con todo el estrés que para nosotros conlleva. Por si no lo saben, los gatos somos territoriales y en cuanto nos hacemos a un sitio, por comida, por tranquilidad y por cariño, lo entendemos como nuestro hogar y ya no queremos movernos de allí.

Notaba, como en todas las ocasiones en las que venía gente nueva, que todos estabamos muy tensos incluso, algunos de mis compañeros que ya llevaban mucho tiempo allí, estaban temblando. Tu vida, de nuevo, no dependía de tí, sino de la voluntad de otras personas. Nosotros no tenemos derecho a decir ni que sí ni que no, tenemos que dejar que hagan con nosotros lo que quieran, y luego los gatos tenemos que asentir y comportarnos como ellos quieren que lo hagamos cuando no hemos podido decidir si queríamos estar en ese lugar con esas personas.
Hay que ponerse en nuestro lugar, estando bien en un sitio y con la comida asegurada todos los días, y venga un desconocido y te coja sin saber a dónde te lleva y qué va a hacer contigo. No lo quería reconocer, pero aquellos momentos eran terribles para nosotros.
Alguna vez había visto a gatos a los que intentaban coger arañar al cuidador y de esa forma se había librado de que le cogieran, aunque lo normal era un comportamiento más sumiso, no dejamos de ser una animal domesticado por los humanos pero, claro, todos tenemos nuestro caracter, aunque mucha gente no lo entienda y solo nos vea como simples objectos animados.

Depués de un buen rato, vi como la persona más pequeña me miraba fijamente y al final levantó la mano y me señaló. Parecía que me iba a tocar a mí esta vez. Al ver la reacción de mi cuidadora, acercándome a mí, busqué refugio sabiendo cuál iba a ser el final, ya que por mucho que intentemos evitarlo, sabemos que no tenemos ninguna posibilidad de escapar en un lugar cerrado donde nuestros escondites son finitos.
Me escondí debajo de una mesa esperando a que pasaran de largo, pero en seguida vi como me cogían por las patas, yo miré a mi cuidadora con cara de pena y maullé bajito, por si servía de algo, pero nada. Me llevaron a una habitación con las dos personas y allí me metieron en un caja. Vi como hablaban entre ellas y rellenaban unos cuantos papeles.

Después cogió la caja la mujer que era un poco más grande y me llevó hasta el asiento trasero del coche. La niña se sentó junto a mí.

El coche arrancó y estuvimos viajando un buen rato. A través de la ventana vi pasar muchos paisajes.

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En la protectora

Durante los siguientes días me sacaban de la jaula y me llevaban a una habitación, donde estaba yo solo con una persona con bata blanca, la cual ya me producía bastante respeto, y allí me clavaban agujas, me tocaban por todo el cuerpo, y después me volvían a llevar a la jaula. Se puede decir que allí no estaba mal del todo, me daban de comer, no pasaba frío y estaba, en cierta manera, acompañado por el resto de los gatos que estaban en la misma habitación que yo, aunque algunos ya estaban fuera de la jaula.

Tampoco me aburría, cuando no estaba cansado o dormido, me quedaba mirando a través de la jaula y miraba lo que hacían los demás gatos. Alguno de ellos aun era muy jovenes y no paraban quietos, otros tenían alguna herida en el cuerpo o en la cara. Poco a poco me fui fijando y comprobé que casi todos tenían alguna herida o enfermedad. Otros gatos estaban en alguna de las jaulas que estaban dispersas por toda la habitación, pero estos casi no se movían, estaban casi todo el día dormidos. Parecía que lo suyo era algo más grave. Además, y a pesar de que no puedo asegurarlo ya que no he convivido mucho con ellos, junto a los gatos había perros pequeños que debían también tener alguna herida.Entre ellos se llevaban muy bien, jugaban, corrían, se mordían de broma y dormían juntos para darse calor. Otro suceso que contradice la cultura popular de los humanos.

Poco a poco me fui encontrando mejor y con más fuerzas, y ya tenía muchas ganas de moverme, de correr y de saltar. Las pruebas físicas fueron disminuyendo. Al cabo de unos días me sacaron de la jaula y yo pensaba que me volverían a llevar a la otra habitación, pero estaba equivocado. Me llevaron a una caseta de madera que estaba situada en el exterior, a unos cuantos metros del anterior lugar. En ese mismo momento comprobé que yo no era dueño de mi vida ni de mi destino, dependía de la voluntad de los demás. Allí me depositaron otra vez en una jaula.

Pero mientras estaba ubicándome en el nuevo lugar de repente me encontré que decenas de gatos me estaban oliendo e inspeccionando desde el exterior. Me asusté un poco, pero vi que tampoco tenían malas intenciones. Allí estuve poco tiempo, tal vez un día y medio. De alli me sacaron y me dejaron suelto junto al resto de los gatos Y allí me quedé, libre tras varias semanas. Las primeras horas fueron un poco agobiantes, sentí algo de miedo:

Por primera vez me encontraba junto con grupo grande de gatos desconocidos que me rodeaban y me olían.Yo no sabía muy bien qué hacer, aunque no normal era que después de inspeccionarme se daban media vuelta y se alejaban, pero de vez en cuando, alguno de ellos me levantó la pata y me daba un golpe en la cabeza. Aunque sin hacerme mucho dañio ya me indicaba que me acercara mucho a él.

Al rato, me encontré un poco más a gusto, aunque con el miedo normal de estar en un sitio desconocido entre decenas de gatos a los que no conocía de nada.Estos gatos parecían estar un poco mejor que los que estaban en la otra habitación. Pero poco a poco fueron llegando otros gatos que me había encontrado allí. Allí también nos daban de comer dos veces al día. Por la mañana y por la tarde varias personas se dedicaban a alimentarnos y a limpiarnos, las jaulas, el suelo y los sillones y cojines que teníamos, o mejor dicho, que tenían los demás gatos, ya que yo nunca llegué a disponer de uno de esos lujos. Cada uno, y supongo que por jerarquía, por costumbre o por fuerza bruta, disponía de su lugar en los sillones y en los cojines. Alguna vez intenté colocarme en alguno de estos sitios cuando estaba libre, sin su dueño, pero a los pocos segundos, cuando empezaba a disfrutarlo, el dueño aparecía de la nada y bastante furioso se lanzaba contra mí. Se volvía a quedar allí demostrando que ese sitio era solo para él.

Pero aparte de estas pequeñas batallas no estaba mal aquel sitio, podíamos tomar el sol, cobijarnos en la caseta cuando hacía frio o llovía, había árboles para treparlos, una red que hacía de techo de un pequeño terreno que hacía de huerto y otras diversiones que hacían que el día no se hiciera aburrido.

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Primeros días solo

Parecía que en este sitio iba a poder comer. En cuanto salía la mujer por la puerta me acercaba a ella y maullaba con las pocas fuerzas que tenía. Incluso, en los momentos más desesperados, me tuve que lanzar y me arrimaba a sus piernas para acariciarla, justo antes de que me diera de comer. Poco a poco fui cogiendo confianza con esta mujer y me dejaba acariciar por ella. Fue con la única con la que tenía contacto físico. Las demás personas me miraban, me intentaban tocar y me decían alguna cosa que yo no lograba entender. Pero en cuanto se acercaban huía corriendo y me escondía en uno de los multiples sitios que había encontrado para esa función.

Fueron pasando los días y me fui encontrando algo mejor, dentro de lo que un gato casero puede estarlo. Sentimiento que echa por los suelos la teoría popular de que los gatos se acostumbran sin problemas a la vida en la calle.
De todas maneras, a pesar de la comida y el poco de cariño que recibía, no era lo mismo que estar en un casa con seres que te quieren. Lo echaba de menos.
Y más cuando cerraban las puertas y la gente desaparecía. Uno no se da cuenta de lo solo que está hasta que escucha como se cierra una puerta y después solo hay que silencio y oscuridad.

Pero un día volvió a cambiar mi vida, y creo que esta vez fue para mejorar.

Una noche, estando rodeada de esta gente que solo quería tocarme, apareció una chico que me miró y me tocó de una forma diferente. En cuanto me vió desapareció y volvió en un minuto con una lata de comida en la mano. Caminó unos pasos y yo dubitativo le seguí, pero sin acercarme demasiado. Depositó el contenido de la lata en un trozo de pepel de aluminio y se alejó. Me acerqué a la comida y me la acabé en unos segundos. A pesar de toda la comida que me daban no acababa de coger el peso que había perdido. Tal vez no comido tanto como mis necesidades demandaban, por los nervios o por otras miles de causas que no acabo de conocer.

Días después volvió este chico y me volvió a poner comida. Pero en cuanto me lo acabé me cogíó, era la primera vez que me cogían de esa manera desde que me habian abandonado, ahora creo que puedo asegurar que eso es lo que fui, y me colocó cuidadosamente dentro de una caja muy parecida a la que mi antigua familia tenía para cuando nos ibamos de viaje en el coche.

No me asusté, supongo que ya llevaba tanto tiempo asustado que no noté la diferencia. Cerró la puertecilla y empezamos a caminar, o más correctamente él empezó a caminar mientras que yo me acomodaba a mi nuevo transporte.

Al cabo de unos minutos estaba dejando la caja, y yo con ella, en el suelo. Abrió la puerta y a mi me costó salir. Estaba a cobijo en una habitación. Estabamos él y yo solos. Me quedé quieto mientras que me dejaban comida en un plato delante de la puerta. Sospeché que no estuviera tramando alguna cosa, pero cuando el miedo y el hambre se junta la desesperación se apodera de tí y te hace reaccionar de forma instintiva. Salí y me comi todo lo que me había dejado.

Después de comer me tumbé por primera vez en una mantita que me habían preparado para que pasara la noche. Estaba a cubierto y con gente que me daba de comer y mucho cariño. Qué más se puede pedir?

Al día siguiente, a primera hora de la mañana, nos volvimos a trasladar. Me colocó por segunda vez en la caja y nos fuimos. Aquellos pasos me eran muy familiares y más cuando me puso en el asiento trasero de un coche. Parecía que el viaje iba a ser un poco más largo que el del día anterior.

Llegamos a un lugar rodeado de plantas y árboles. Me bajó del coche y entramos por una puerta, y de repente escuché la banda sonora de mis próximos días, aunque en ese momento no lo sabía. Eran ladridos de perros. Yo iba en caja muy asustado mientras decenas de perros me miraban y me ladraban. Llegamos a una habitación donde cesaron un poco los ladridos. Había un poco más de tranquilidad. Había otra persona vestida con bata blanca. Me pusieron encima de una mesa y abrieron la puerta. Me tuvieron que volver a coger para que saliera. Miré a mi alrededor. Vi grandes jaulas con gatos dentro y muchos gatos como yo en el suelo intentando saber quién había llegado. Me metieron en una jaula solo y me dieron de comer. Después pude estar más tranquilo tras el viaje y poco a poco me fui quedado dormido

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Abandono

Ya por la mañana, me volví a colocar en el mismo sitio donde me había dejado. No podían tardar mucho.
Pasaban las horas y no vino nadie.
Empecé a sentir un dolor en el vientre, empezaba a tener hambre y no tenía a nadie que me diera la comida. Pero no sabía qué tenía que hacer. Siempre me habían dado la comida. Y ahora, quién me la iba a dar?
Recordaba que alguna vez en casa había jugado a meter la cabeza en la basura para comer restos de comida. Noté el mismo olor y lo seguí. Había un contenedor con bolsas de basura alrededor. Estaban todas cerradas. Empecé a arañar una de las bolsas para que se abriera. Una vez abierta saltaron algunos restos, botellas, latas, plásticos, cartones, pero nada de comida. Una a una fui abriendolas todas, pero de comida, nada de nada.

Ahora sí que estaba totalmente perdido.

Estuve todo el día dando vueltas por el edificio, pero por allí no había nadie.
Otra vez llegó la noche y no había comida nada. Al día siguiente tendría que hacer algo más para conseguirlo.

Ya por la mañana, cuando el sol casi no había salido, apareció un grupo de personas. Me escondí detrás de unas cajas. Se metieron dentro del edificio. Durante un tiempo, fueron llegando más personas, todas seguían el mismo camino.
Al rato, cuando el sol ya empezaba a mostrarse, me acerqué a la puerta por donde habían entrado. La puerta estaba entreabierta así que asomé la cabeza. No vi a nadie. Entré esperando poder comer alguna cosa. Había un pasillo largo y unas escaleras al final. Me fui acercando cuando de repente apareció una de esas personas. Pegó un grito y aparecieron más. Me fui corriendo hacía la salida cuando comprobé que la puerta estaba cerrada. Me volví y los vi como se acercaban a mi. Uno de ellos llevaba una madera en la mano. Me rodearon. El que llevaba el palo lo levantó. Vi en su mirada odio y rabia. Esa fue la señal para saber que tenía que salir huyendo de allí. Salté sobre su cara y le arañé. Corrí hacía el final del pasillo, sentí como corrían hacía mí, allí vi que había una ventana abierta. Dudé de si podía salir por allí ya que había unos barrotes.. Al final pude escapar por allí.
Al salir por la puerta metálica de la entrada salieron más personas y me lanzaron botes y piedras, pero pude escapar.
Aun no sé muy bien qué les hice a esas personas para que me trataran de esa manera.

Deambulé por una calle por la que solo pasaban unas máquinas con luces y sonidos raros. Alguno de ellos estuvieron a punto de pillarme, suerte que reaccioné a tiempo.
Tenía que comer alguna cosa o me desmayaría. Estuve caminando todo el día pero no encontré nada, allí solo habían edificios grandes con una puerta diminuta y si ventana, pero nadie en quien confiar.
En algunos de estos sitios gente que andaba por allí se me intentaba acercar, pero después de la primera experiencia no les dejaba que la distancia fuera muy corta.
Por suerte sí que pude beber, me encontré varias cacitos con agua, alguna no parecía muy limpia pero no podía dedicarme a escoger. Era eso o nada.

También pasé por una zona con casas, alguna de ellas con muchas plantas. Me metí en alguna de ellas, pero tuve que salir disparado. Grandes perros se escondían detrás de las puertas. Imposible encontrar comido en aquellos lugares.

Cuando la luna ya estaba en el cielo y ya había perdido la esperanza de comer, casi sin fuerzas llegué a un parque, incluso ya había encontrado un sitio para pasar la noche al refugio del viento y de la lluvia, olí a comida, seguí el rastro hasta que di con una bosla de plástico que no me costó nada de abrir. Allí había una lata como las que me solían dar de comer. No había mucho que comer, pero al menos pude probar bocado. Después me quedé dormido.
Los días siguientes fueron muy parecidos, comiendo cosas que me encontraba en la calle, la verdad es que era muy poco, y me noté que ahora estaba más ligero, aunque con menos fuerza, pero al menos me llevaba algo a la boca.
Cada día notaba que dormía más y me movía menos. Cada vez tenía más miedo y menos esperanza. No tenía ningún sitio a dónde ir, ni nadie a quien acudir. Estaba totalmente solo en el mundo.

Llegó un momento en el que casi no podía ni comer a pesar de que siempre había alguna cosa, sobre todo cerca de una especie de cajones grandes metálicos con ruedas. Pero me dolía tanto el estomago que no tenía ganas de comer.
Dejé de caminar tanto, ya solo me movía en un radio de unos metros desde aquel parque.
Un día, me alejé un poco, llegué a otro edficio con un pequeño parque. Me metí dentro y vi que habían botes de plástico con agua. Llevaba todo el día sin beber así que pude quitarme la sed de encima. Se me hizo de noche por lo que decidí quedarme allí a dormir.

A la mañana siguiente me despertó el ruido de la puerta metálica abriéndose. Entró una persona. Creo que me vio, pero yo en seguida fui a esconderme detrás de una plantas. Se me acercó, me dijo alguna cosa, y acercó su mano. Me entró pánico, salté y me fui corriendo. Corrí hasta detras del edificio, donde había un parque con árboles y cesped con hojas caídas. Allí me escondí.

Al rato empezaron a llegar más personas que se metían en el edificio.
Empezaba a tener bastante hambre.

Tenía que hacer alguna cosa, así que salí de mi escondite y busqué si por allí había alguna cosa que pudiera comer.
A lo lejos vi como la primera persona que había visto entrar y que se me acercó estaba poniendo comida en una bandeja que se parecía a la que yo tenía en casa. Me acercé. Tal vez podría comer. La mujer se fue y dejó la comida allí. Fui corriendo pero cuando estaba a unos seis metros de la bandeja aparecieron dos gatos más y empezaron a devorar la comida. Intenté meterme en medio de los dos pero me llevé un par de zarpazos y un par de miradas desafiantes. De todas maneras me quedé esperando por si dejaban alguna cosa. Nunca antes hubo una espera más inútil. En cuanto acabaron dieron media vuelta, se estiraron y se fueron al parque a tomar el sol y allí me quedé yo con más hambre que antes.
Intenté encontrar a la mujer por si tenía alguna cosa para mí. La busqué por la entrada, por un patio, per no la vi.
Me acerque al edificio y a una puerta de cristal por donde todas la demás personas habían entrado y de la que, de momento, nadie había salido.
A través del cristal la vi. Me la quede mirando, intentando no hacer mucho ruido. No estaba todavía muy seguro en aquel sitio desconocido, pero algo tenía que hacer si quería comer alguna cosa. Ahora sí quería que me viera y que se acercara y que diera de comer.
Después de un buen rato volvió a salir, y allí estaba yo esperándola. Me volvio a mirar, me dijo algo otra vez. Esta vez no intentó tocarme. Se metió otra vez y salió en seguida, traía una bolsita y una bandeja. La colocó en el suelo y echó un poco de comida. Eran unos granos muy parecidos a los que yo solía tomar en casa. Me los comí todos mientras miraba de reojo a mi alimentadora por si intentaba alguna cosa extraña.
Al acabar la volví a mirar, me volvió a poner un poco más.

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Primeros días

Los primeros recuerdos que tengo de mi vida son realmente bonitos.
Mi madre y yo vivíamos en una casa con una familia humana que nos trataba muy bien. Nos daban de comer, jugaban con nosotros y teníamos mucho espacio para movernos a nuestro aire.
A veces, cuando veía que se levantaban tarde me ponía encima de las sábanas y me ponía a dar saltos para que despertaran. Se molestaban un poco y me intentaban golpear con la mano, pero yo era más rápido que ellos. Otra cosa que me gustaba hacer para que jugaran conmigo era rascar las paredes con las uñas, entonces salían de las habitaciones y corrían detrás de mí. Lo único que tenía que hacer era esconderme debajo de la cama, de la mesa o subirme al armario para que no cogieran.
Pocas veces me cogían, excepto, claro, cuando estaba ya muy cansado que entonces me cogían y me cerraban en una habitación, o en el garaje. Cada vez, eso sí, acabé más tiempo encerrado por las noches que libre. Lo malo de estar encerrado era que nos separaban a mi madre y a mí, ya que a ella la dejaban que se quedase en el sofá del comedor. A mí me gustaba tanto ese sofá que lo arañaba para dejar mi olor, cosa que también provocaba mucho alboroto en casa.
Con quien mejor me lo pasaba era con una humana pequeña que vivía en casa, era muy cariñosa y siempre quería jugar conmigo, aunque a veces yo estaba muy cansado y no quería, ella insistía y alguna vez me hizo un poco de daño.
A mi madre, a quien también le gustaba jugar, a veces la veía un poco triste, y se acercaba a una mantita que había en el garaje y la olía, entonces se tumbaba encima y se quedaba muchas horas allí, mirando hacía el infinito.
Yo intentaba que jugásemos, pero cuando ella no tenía ganas me miraba muy seria y yo me daba media vuelta buscando otra cosa con la que jugar.

Mi días en aquella casa fueron muy felices, tal vez fuera la ignorancia infantil, pero me lo pasé muy bien. Luego poco a poco me he ido dando cuenta que no lo tenía todo, pero después de lo que he visto a lo largo de los años, no me podía quejar.

Pero todo cambió un día. Ya nada volvería a ser igual que antes, fue un terremoto de escala infinita la que provocó una ruptura en mi vida, y para siempre.



Se abrieron las puertas del coche, me cogieron por debajo de las patas delanteras y me dejaron en el suelo, aún recuerdo lo frío que estaba, casi húmedo.
Desde el suelo ví como me miraban y cerraban la puerta del coche, ese sónido que ingenieros se pasan años instalando para que el coche sea más atractivo para el cliente.
El coche arrancó y desaparació. Yo dudé en seguirlo, pero pensé que volverían a buscarme, con lo que senté en ese mismo sitio, no fuera que al volver no me vieran.

Pasaron unos minutos, tal vez horas, no sabría asegurarlo. El tiempo pasa muy lentamente cuando uno está esperando. Al final la espera se convierte en desesperación (no solo los humanos la sienten, no hay que ser tan egocentrista).
Empecé a moverme para poder estar un poco más abrigado ya que el viento empezaba a moverse al mismo tiempo que la noche se alzaba sobre la ciudad.

Me quedé junto a una puerta metálica y unos contenedores que me tapaban un poco del fuerte aire esperando que cuando me volvieran a buscar me vieran en seguida.
La verdad es que empecé a preocuparme un poco cuando dejé de ver la luz del sol detrás de las montañas.

Allí estaba solo, no tenía a nadie, ni tan siquiera mi madre, que seguro que ahora estaría un poco preocupada.
Parecía que me las iba a tener que arreglar por primera vez solo para pasar la noche. Aquella era totalmente nuevo para mí, y estaba un poco asustado. Empecé a escuchar ruidos, luces y otros humanos desconocidos que pasaban muy cerca mío. Tendría que esconderme en algún lugar para refugiarme. Me metí a través de la puerta de rejas metálicas, pero no muy cerca por si volvían a buscarme, y allí encima de unos cartones me quedé. Pasé un poco de miedo y de frío, no sé cual de las dos causó el que yo temblara, tal vez ambas. Me costó mucho dormirme, casi estaba saliendo ya el sol cuando al final lo hice. El cansancio al final pudo con el miedo.

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LOS ANIMALES NO SON COSAS