Para experimentos de psicología humana:
Algunos de los experimentos más dolorosos para los animales no humanos se realizan en el campo de la psicología. Incluyen la manipulación directa del cerebro, efectos de las drogas en el comportamiento, estrés, temor o ansiedad, privación de sueño, comida o agua,...
Pero, paradójicamente, salvo lesiones neurológicas, los animales no humanos no desarrollan trastornos de comportamiento espontáneamente en su medio natural. La psicopatología animal se suele desarrollar en animales en estado de cautividad, como en parques zoológicos y circos. La provocación deliberada de trastornos en el laboratorio ha sido un campo fértil para la investigación, pese a las diferencias con los trastornos mentales humanos.
Así, desde un punto de vista científico, el dilema central del investigador se plantea de forma especial en la psicología: o bien el animal no humano no es como los humanos, en cuyo caso no hay razón para realizar el experimento, ya que los resultados no son extrapolables, o bien es como los humanos, y en ese caso, no deberíamos utilizarlo para realizar un experimento que consideraríamos una atrocidad si se hiciera con uno de nosotros.
Se han realizado y siguen realizándose de forma reiterada, cientos de experimentos con animales para estudiar el condicionamiento y el desamparo inducido, utilizando para ello descargas eléctricas con el fin de descubrir cómo reaccionan los animales no humanos a diferentes clases de castigo o para entrenarles a realizar diferentes tareas.
Matin Seligman (famoso investigador en psicología) administró descargas eléctricas a perros a través de un suelo de rejilla de acero con tal intensidad y persistencia que los perros dejaron de intentar escapar y "aprendieron" a estar desamparados.
Seligman describió así su trabajo sobre el desamparo inducido: "Cuando un perro normal, ingenuo, recibe un entrenamiento de huida/rechazo en una "cápsula", suele tener la siguiente conducta: al primer asalto de la descarga el perro va de un lado a otro frenéticamente, defecando, orinando y lanzando aullidos, hasta que cruza la barrera y se escapa del electrochoque. En la prueba siguiente, el perro, corriendo y aullando, cruza la barrera con más rapidez, y así sucesivamente hasta que aparece una respuesta eficaz de huida."
Modificó este modelo sujetando a los perros con un arnés y provocándoles descargas sin que tuvieran ningún medio para evitarlas. Después, cuando los colocó en la situación primera de la cápsula, de la que era imposible escapar, comprobó que "Este perro reacciona inicialmente en la cápsula de la misma forma que el perro sin condicionamiento. Sin embargo, en dramático contraste con éste, pronto deja de correr y guarda silencio hasta que termina la descarga. El perro no cruza la barrera ni huye de la sacudida. Parece, más bien, que se "rinde" y "acepta" la descarga pasivamente. En pruebas sucesivas el animal continúa sin hacer movimientos de huida y aguanta 50 segundos de fuerte descarga intermitente en cada prueba".
Pero Steven Maier (coautor junto a Seligman del informe sobre desamparo inducido), decía lo siguiente acerca de la validez de este "modelo animal" de depresión: "Se puede discutir que no hay suficiente consenso sobre las características, la neurobiología, la inducción y la prevención/cura de la depresión como para volver significativa tal comparación. Así, no parece probable que el desamparo inducido sea un modelo de depresión en ningún sentido general", admitiendo así que 30 años de experimentación con animales habían sido una pérdida de tiempo, al margen de la inmensa cantidad de dolor físico agudo causado a todos los animales no humanos implicados.
“No valía la pena realizar la mayoría de los experimentos, y la información obtenida carecía de suficiente valor para ser publicada”. Harlow (psicólogo experimentador y editor de la revista que ha publicado más informes de experimentos dolorosos con animales).
Pero también dentro de la psicología hay voces que se alzan en contra del uso de animales no humanos:
"Los estudios sobre la conducta animal se expresan siempre con una terminología científica y aséptica que permite adoctrinar al joven estudiante de psicología, normal y en absoluto sádico, sin provocarle ansiedad. Así, se utilizan técnicas de "extinción" para lo que, de hecho, son la tortura mediante la sed, el ayuno casi mortal o los electrochoques; "refuerzo parcial" es el término que se emplea para hablar de un animal al que se frustra mediante el no cumplimiento, excepto ocasionalmente, de las expectativas que el experimentador le había creado en un condicionamiento previo; "estímulo negativo" es el término utilizado para someter a un animal a un estímulo que él evita siempre que es posible. El término "Avoidance" (evitar) está bien visto, puesto que se trata de una actividad observable. Los términos "dolorosos" o "aterrorizantes" para caracterizar ciertos estímulos, no están bien vistos porque son antropomórficos, implican que los animales tienen sentimientos y que pueden ser sentimientos similares a los humanos. No obstante, si el psicólogo conductista no creyera en la analogía entre el ser humano y el animal “inferior”, es de suponer que incluso él encontraría su trabajo muy poco justificado". Alice Heim (psicóloga).
Otro tipo de estudio es el del aislamiento social, ampliamente trabajado por otro “prestigioso” investigador, el psicólogo Harry Harlow, que definió así su trabajo: "Durante los últimos diez años hemos estudiado los efectos del aislamiento social parcial criando monos desde su nacimiento en jaulas de alambre. Éstos monos sufren una privación maternal total. Más recientemente hemos iniciado una serie de estudios del efecto del aislamiento social total criando monos desde pocas horas después del nacimiento hasta 3, 6 o 12 meses de edad en una cámara de acero inoxidable. Durante la condena prescrita en este aparato, el mono no tiene contacto alguno con ningún otro animal, humano o subhumano". John Bowlby, un psiquiatra británico, después de ver a los monos en sus jaulas de alambre, le preguntó "¿Por qué están tratando de inocular psicopatologías a monos? Ya tienen más monos psicopatológicos en el laboratorio de los que se hayan visto nunca sobre la faz de la tierra." Bowlby, era un investigador de las consecuencias de la privación materna, pero sus investigaciones se desarrollaban con niños, principalmente huérfanos de guerra, refugiados y niños recluidos en instituciones, y ya antes de que Harlow realizase sus experimentos había llegado a la conclusión de que "la privación prolongada de un niño pequeño del cuidado materno puede tener unos efectos graves y de largo alcance sobre su carácter sobre el resto de su vida".
En otro experimento, Harlow y Suomi "indujeron depresión permitiendo que los bebés de mono se apegaran a madres de trapo que se podían convertir en monstruos". "El primero de estos monstruos era una madre de trapo que, programada, o al recibir una orden, soltaba aire comprimido a alta presión y casi le arrancaba la piel al animal. El bebé mono simplemente se agarraba con más y más fuerza a la madre, porque un bebé atemorizado se agarra a su madre pase lo que pase. No conseguimos psicopatología alguna. Sin embargo no desistimos. Construimos otra madre monstruo que se mecía tan violentamente que la cabeza y los dientes del bebé castañeaban. Todo lo que el bebé hizo fue agarrarse con mayor fuerza aún a la sustituta. El tercer monstruo que construimos tenía incrustado dentro del cuerpo un marco de metal que saltaba hacia adelante y propelía al bebé fuera de su superficie ventral. El bebé se levantaba del suelo, esperaba a que los muelles se metieran de nuevo dentro del cuerpo de tela y volvía a agarrarse a la madre sustituta.". Estos resultados no eran tan sorprendentes, comentan los experimentadores, puesto que el único recurso del bebé herido es aferrarse a su madre.
Con el tiempo, estos experimentadores encontraron algo mejor: una mona madre de verdad, que era un monstruo. Para producir tales madres, criaron monas hembra en aislamiento total, y después trataron de dejarlas preñadas, con una técnica que ellos denominaron "potro de violación". Tras nacer los bebés, los investigadores observaron a las monas; algunas simplemente ignoraban a los bebés que lloraban y no los acunaban acercándolos al pecho, como hacen las monas normales; pero otras "eran brutales o letales”. Uno de sus trucos favoritos era aplastar el cráneo del bebé con sus dientes. Pero el comportamiento realmente horrible era el de aplastar la cara del bebé contra el suelo y después restregarla de un lado para otro."
En otro estudio crearon un “túnel del terror" para producir monos aterrorizados, y en otro informe Harlow describió cómo consiguió inducir la muerte psicológica a unos monos rhesus, dotándoles de unas madres sustitutas cubiertas de felpa, mantenidas normalmente a una temperatura de 37º C y que se podían enfriar rápidamente hasta alcanzar poco más de 1º C, para simular un tipo de rechazo materno.
Los experimentos en psicología someten a miles de animales no humanos a procedimientos que inducen angustia, desesperación, ansiedad, devastación psicológica general y muerte. La investigación se alimenta de sí misma. Algunos investigadores experimentaron con chimpancés porque el trabajo experimental con primates grandes había sido relativamente escaso comparado con los monos. Pero ni siquiera trataron de justificar sus experimentos alegando que podrían ser beneficiosos para los humanos. El que ya tengamos un alto número de observaciones sobre chimpancés salvajes huérfanos no parecía importarles. La misma actitud se repite constantemente a través de las ciencias psicológicas y del comportamiento.
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