Al día siguiente volví. Me metí por el mismo hueco, no sin antes fijarme si había alguien más al otro lado del muro.
Una vez dentro, y después de que mis ojos se adaptaran a la oscuridad vi que mi amiga la vaquita ya no estaba. Solo quedaba un gran hueco en el suelo. Levanté la vista y la busqué por allí cerca, pero no la encontré.
Decepcionado y apenado me di media vuelta y sali por el agujero, ya casi familiar.
Al salir al prado vi como unos hombres estaban empujando, y pinchando con picos, a unas cuantas vacas para forzarlas a introducirse en un camión.
Me acerqué para ver si estaba mi amiga. La verdad es que es muy dificil diferenciarlas, pero al final la encontré. Allí estaba, encajonada, rodeada de otras vacas, golpeándose las unas a las otras. No se podían ni mover.
Intenté llamar su atención saltando para que me viera a través de los tablones del camión. Me vio, quiero pensar que nuestras miradas se cruzaron.
Cuando en el transporte no cabía ni un solo animal más, éste arrancó. Quería estar con ella, así que...de un salto me subí al camión. Me quede en el techo agarrándome como pude a la lona que lo cubría.
viernes, 9 de enero de 2009
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