miércoles, 21 de enero de 2009

La verdad

Estuvimos varias horas viajando. Yo al menos estaba allí arriba, pero las vacas estaban pasando mucho calor, sin beber ni comer, sin saber dónde las llevaban, aplastadas las unas por las otras y dándose golpes con el camión en cada curva. Algunas de ellas parecían estar a punto de desmayarse. Eso era demasiado para cualquiera. Yo, la verdad, es que pensaba que las llevaban a otro sitio para que estuvieran más comodas, ya que el actual lugar se les había quedado algo pequeño.

Al final el camión paró. Unos hombres tiraron la portezuela abajo y empezaron a tirar de las vacas para que salieran. Tiraban del rabo, de la cabeza, de las patas, de cualquier sitio con tal de que salieran del camión lo más pronto posible. También salió mi amiga, me fijé que todas llevaban un plástico enganchado en la oreja donde había un número. Ella llevaba el 3.328, aunque no sabía muy bien para qué era.

Una vez bajaban las metían por una especie de tubo. Una detrás otra, sin posibilidad de salirse del camino. Seguí a la vaca que me ayudó en su momento.

Al final del tubo le esperaba un cubiculo para que quedaran inmoviles, y al lado un hombre con una especie de manguera, y de repente...un golpe en la cabeza y quedaban en el suelo inconscientes. Aunque alguna de ellas no paraba de retorcerse, supongo que del dolor. Intenté acercarme a mi amiga para que intentara escapar pero, aunque me acerqué y me miró, no pudo hacer nada.

Ella era la próxima, nos miramos, no sabíamos muy bien qué iba a pasar pero no quería que ella fuera la siguiente.

Entonces pasó.

Lo próximo que pasó fue autenticamente terrible, y reconozco que durante muchos momentos dejé de mirar, era algo asqueroso y horrible (recuerdo sangre, mucha sangre, vacas colgadas boca abajo, personas con sierras electricas cortando patas y orejas, vacas retorciéndose, y luego el despecie).

Al final no pude seguir mirando y, siguiendo el camino llegué a una sala donde solo se distinguían trozos de carne, olían como las latas que me daban de comer.
Era imposible deducir que aquello antes habían sido vacas, aquéllas que yo había visto pastar y dar leche.

Me senté un poco mareado.
Tenía que salir de allí, vi una luz al final de la habitación. Tiré hacia ella, pero me encontré delante mío con una tira que avanzaba con trozos de carne encima que iban pasando delante de mis ojos, intenté esquivarlas, pero no pude evitar mirar, y allí vi el plástico con el número 3.328.
Me quedé paralizado, no pude reaccionar, y aun, a día de hoy, continuo sin poder hacerlo.

Al final salí de aquel infierno.

Empecé a entender que la carne que se come sale de las vacas, seres vivos con sentimientos. Como aquella vaquita que me había ayudado, y que me había dado las gracias.
Y yo pensando que la carne era solo eso, carne para comer. Qué ingenuo!!

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LOS ANIMALES NO SON COSAS